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Haciéndome pasar por el novio de mi hermana


La ciudad donde estudiaba mi hermana no me gustaba. Prefería la nuestra, con mar, siempre echo de menos el mar cuando no lo tengo cerca.

Mi hermana era 2 años mayor que yo y llevaba unos meses en la universidad. Yo estudiaba bachillerato en el instituto y vivía con mis padres, pero ese fin de semana había ido a visitar a mi hermana a su piso de estudiante porque me lo había propuesto diciéndome que así me daba un poco el aire, que no viajaba nada y que quería sacarme de fiesta y presentarme a sus amigos. Siempre habíamos estado muy unidos y era normal que saliéramos juntos de fiesta.

Al llegar el viernes por la tarde a la estación mi hermana me estaba esperando, y ya en el piso me explicó los verdaderos motivos por los que quería que fuera. Por supuesto, quería sacarme de fiesta y presentarme a sus amigos, pero no como su hermano… sino como su novio. Les había dicho a sus nuevas amigas que tenía novio (cosa que no era cierta)  y ellas se habían extrañado de que habiendo pasado tantas semanas no la hubiera visitado, cuando a ellas las iban a ver todos los fines de semana (mi hermana alegó que su novio vivía más lejos y podía venir menos). Como no se le ocurría nadie más a quien acudir había pensado en mí, que no me conocían de nada. El parecido no era un problema, porque la verdad es que no nos parecíamos mucho, y en cuanto a la edad ella había inventado un novio un año más pequeño que ella, casi de mi edad.

Me molesté un poco con mi hermana por haber sido tan mentirosa, pero ella me dijo que no estaba obligado a nada, que podíamos salir como hermanos y ya estaba. Se echó a llorar y me dijo que si no tenía novio sus amigas quizá la rechazarían, porque sería la única en esa situación, así que me compadecí y decidí salir con ella.

Ella se vistió muy provocativa, con un top muy apretado, que dejaba a la vista su ombligo y marcaba sus grandes y bonitos pechos, y con una faldita que más que falda era un cinturón. Todo eso se completaba con unas grandes botas que casi le llegaban hasta la rodilla. Yo iba tan feliz con mi camiseta y mis vaqueros.

Salimos y me presentó a sus amigas y a sus novios. Una de ellas me halagó diciendo: “Vaya, tu novio es más guapo de lo que nos habías dicho”, con lo que se me escapó una sonrisita. Yo también las halagué a ellas y les dije que eran muy monas, cosa que era cierta. Los chicos me parecieron un poco tontitos, pero los saludé cordialmente también.

Mi hermana me había dicho que nos diéramos algún besito y algún piquito de vez en cuando y que con eso sería suficiente, y realmente lo fue. Yo creo que empezamos la noche dando pego perfectamente.

Pronto empezamos a tomar copas y a animarnos. Bailamos bastante rato, animándonos más, bebiendo un poquito más, y el resto de parejas de novios empezaron a besarse, no dándose piquitos, como habíamos hecho nosotros hasta ahora, sino morreos. Mi hermana y yo nos miramos y ella me abrazó y me preguntó que si estaba bien, le contesté que sí y me dijo al oído que no me preocupara, que cada uno iba a lo suyo y que nadie se iba a fijar en si nos morreábamos.

Y dos copas después el aislamiento de cada pareja era absoluto. Entonces entendí las penas de mi hermana. Llegaba un momento en que cada pareja se despreocupaba de todo lo que sucedía alrededor y mi hermana en esa situación solía verse sola. Eso con los amigos de nuestra ciudad no nos pasaba, siempre estábamos todos pendientes de todos. Además, ella era tímida como para hacer caso a los chicos desconocidos, con lo cual es normal que estuviera triste y hubiera acudido a mí.

La abracé muy fuerte y noté su mano por la espalda. Noté que ella estaba bastante bebida, y yo también lo estaba, aunque no se me notara tanto, pero sí que me daba todo vueltas. Y noté que su mano bajaba por la espalda y se apoyaba en mi trasero. Mi mano funcionó por imitación y también yo la coloqué sobre el suyo. Empecé yo también a evadirme de todo lo que estaba pasando alrededor, de la gente empujando, de las amigas de mi hermana liándose con sus novios y cuando me di cuenta nuestras bocas estaban ya unidas y nuestras lenguas jugando la una con la otra. Mi mano se dirigió a su pecho y mi hermana se dejó hacer. Ella se movía por el interior de mi boca con auténtica soltura, y yo me dejaba hacer.

Sin dejar de besarme, una de sus manos me bajó por el pecho. En unos instantes esa mano se posó en mi pantalón, buscando un bulto que estaba empezando a hacerse y apretándola contra él, suavemente, frotando para conseguir la máxima dureza.

De pronto nos interrumpió el novio de una de las amigas:

- Chicos, nosotros nos vamos a casa, ¿qué hacéis?

Mi hermana dijo que nos íbamos también. Ellos vivían más lejos y nos acompañaron hasta nuestra puerta. Nos despidieron y dijeron que había sido un gusto conocerme y que esperaban volver a verme la siguiente noche, la del sábado.

Subimos en el ascensor sin decir nada. A decir verdad, mi hermana no había abierto la boca en todo el camino y era yo quien había estado hablando con los otros chicos.

- Oye, Jose, lo que pasó antes… - me dijo en el ascensor, como quien se despierta con sueño y no se entera de nada.

- No te preocupes, antes no pasó nada, simplemente salimos con tus amigas y nos estuvimos divirtiendo.

- Bueno, no sé, no me encuentro muy bien, mañana lo hablamos…

- Por cierto, ¿dónde voy a dormir?

- Había pensado que en el sofá, no quiero meterte en la habitación de alguna de las chicas porque no les pedí permiso. O si no, duermes en mi cama y me voy yo al sofá, como quieras…

- No, no, Julia, tranquila, yo me voy al sofá sin problema, no me importa.

Abrimos la puerta y cuál sería nuestra sorpresa al ver la luz del salón encendida. Nos acercamos y había una chica viendo la televisión. Cuando nos vio, saludó a mi hermana:

- ¡Hola, Julia!

Era una de sus compañeras de piso. Mi hermana le dijo:

- ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que estabas en tu casa?
- Sí, pero como estoy a sólo 30 kms. y allí no tenemos intimidad, mi novio y yo nos hemos venido aquí a pasar la noche y estamos haciendo botellón en el salón.

- ¡Hola! – dijo un chico que apareció con bebida - ¿queréis un poco?

- No, gracias – contesté – ya hemos bebido bastante por hoy.

- ¿Éste es tu novio? – le preguntó la compañera a mi hermana.

- Sí, es mi novio – contestó, para mi sorpresa, porque la farsa cada vez iba extendiéndose a más personas. Y me dio un piquito. – Bueno, chicos – continuó mi hermana – nosotros nos vamos a dormir, no hagáis mucho ruido.

- No, descuida, ¡pero vosotros tampoco, eh!

No pude menos de sonreír. Entramos en su habitación. Nos iba a tocar dormir juntos. Mi hermana se quitó el top quejándose de que apestaba a humo y luego la falda. Se quedó en ropa interior delante mío y me dice:

- ¿Te importa que duerma así?

- No, no te preocupes, si yo pensaba dormir sólo en gayumbos – me quité deprisa la camiseta y el pantalón y nos metimos juntos en la cama.

- Oye, Jose, ¿podemos dormirnos muy abrazados?

- Sí, claro – y la abracé todo lo fuerte que pude, estábamos uno de cara al otro, con la luz de la lámpara todavía encendida. La envolví con mis brazos, empecé a besar su frente, su mejilla, y sin darnos cuenta otra vez estábamos morreándonos. De nuevo nuestras manos estaban investigando el cuerpo del otro. Las suyas acariciaban mi pecho, mi abdomen y nuevamente regresaban a explorar por encima del calzoncillo, esta vez no tenían que excitar nada, ya estaba todo lo suficientemente excitado. Yo llevé mis manos a su espalda y le desabroché el sujetador. Sus pechos quedaron libres. Ella se tumbó boca arriba y yo me coloqué encima y empecé a chuparle los pezones, primero el uno, después el otro.

- Para, Jose, para un momento, túmbate boca arriba – me dijo.

Le hice caso, me detuve y me coloqué como me había dicho.

- Quiero ver cómo es esto que he tocado.

Entonces me sacó el calzoncillo y empezó a acariciarme la polla ya libre de toda ropa.

- Es muy bonita, ¿sabes?

Y diciendo esto empezó a lamerla suavemente y a las dos lamidas, se la metió en la boca, empezando una succión que me hacía estremecer de placer.

- AAAAAAhhhhhhhhhhh, Julia.

- ¿No te gusta? – dijo ella deteniéndose y sonriendo.
- Sí, sí que me gusta.

- ¿No te importa que sea tu hermana?

- No, ahora mismo no me importa.

Y continuó  con la succión, primero delicadamente, luego más deprisa, sus manos la ayudaban en los movimientos, en mis muslos, en mis testículos, sus dedos explorando mi culo.

- No puedo más, Julia, estoy a punto.

- Rápido, levántate – me hizo poner de rodillas encima de la cama y ella hizo lo mismo. Me pajeó manualmente y apuntó mi polla hacia sus tetas para que me corriera encima de ellas. Pegué una tremenda sacudida y salió mucho más semen del que expulso normalmente. Ella se lo frotó por encima de las tetas y llevó sus manos impregnadas a su boca y se estuvo chupando los dedos. - Está muy rico – me dijo – quiero felicitar al cocinero – y me dio un besito en el glande.

Era mi turno. Le pedí que se tumbara ella boca arriba y, lentamente, le fui sacando el tanga y me fui colocando en posición para comerle el conejito a mi hermana. Mi lengua recorrió todos los rincones de su vagina y ella no paraba de gemir. Estaba cachondísima y me pedía a gritos que se la metiera. Eso me excitó muchísimo y mi polla volvió a ponerse en posición de guardia.

Me incorporé y de una estacada se la metí hasta el fondo. Estuve entrando y saliendo de su cuerpo, mientras ella no paraba de gemir y cuando estaba a punto de correrme salí y me disponía de nuevo a hacerlo sobre sus tetas, pero ella se incorporó, se lo metió en la boca y empezó a chupar hasta que brotó el semen disparado hasta el fondo de su garganta. Ella trató de tragárselo todo sin atragantarse y cuando acabó me miró a los ojos y me dice sonriendo:

- Hoy no me había tomado el vasito de leche de antes de dormir.

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